Se te extrañará vos Fredy; vete en paz a compartir con tú hermano Pepe
En la ciudad del norte chiapaneco, Yajalón, su tierra natal; en la colonial San Cristóbal de las Casas, su segunda casa, o en la capital Tuxtla Gutiérrez, Fredy López Arévalo siempre me expresaba su interés de trabajar en el periodismo.
“Juan, tómame en cuenta entre tus colaboradores en las revistas que vas a editar. Quiero escribir buenos textos, sé que lo puedo hacer”, me decía un joven chiapaneco sin experiencia en los medios de comunicación.
Miralo vos Fredy, para escribir buenos textos no hace falta que tengas la licenciatura, maestría o doctorado cumplidos, lo importante es estar seguro que las letras te enamoran, son como parte del tuyo cuerpo, bombean más sangre del corazón al cerebro y, cuando lo logras, sientes que nació un hijo o una hija en eso impolutos textos.
Era muy joven, vivía con plenitud cada día y tenía seguridad de lo que quería hacer. Sus primeros textos que le conocí tenían una fuerza expresiva y una redacción que me mostraba un buen futuro para el que después fue un buen amigo, desde luego con sus bemoles.
El grupo que habíamos renunciado al Uno más Uno nos integramos en un nuevo proyecto: La Jornada. Fui de sus fundadores y del primer grupo de reporteros. La Jornada salió a la calle el 19 de septiembre de 1984.
Me embelese con el proyecto. Viajé acompañado de la persona que era mi pareja en esos momentos. Conocí el gran periodismo que propusieron intelectuales y periodistas como Miguel Ángel Granados Chapa, Carmen Lira, Humberto Musacchio y Héctor Aguilar Camín.
Vivía en las instalaciones del periódico, sólo llegaba a dormir a la casa que compartíamos con mi compañera. Ella decidió regresar a Chiapas. Unos meses después desperté, me vi sólo, íngrimo. Había cometido un error al abandonar a mi compañera.
Sin pensarlo mucho presente mi renuncia a La Jornada para regresarme a Chiapa. Nada cambió, ella no aceptó mis disculpas y errores. Volví a quedarme en un desierto.
Estaba seguro que no me regresaría a la Ciudad de México. Un día me buscó David Franco Ávila y me propuso sumarme a un nuevo proyecto de revista que se llamaría Bonampak. Quería que integrará a mis amigos periodistas para que escribieran. De inmediato pensé en Fredy López Arévalo. Fredy ni lo pensó dos veces, en pocos días teníamos textos que se publicaron en la revista Bonampak. Después en Perfil del Sureste.
Siguió la revista Ámbar (1989), la publicación cúspide del grupo que editaba las revistas en Chiapas y el sur-sureste de México.
Fredy López Arévalo en la revista Ámbar: “Arcas vacías, elecciones locales, asesinatos políticos…el inicio de Patrocinio” y un texto más: “Desde hace 46 años, Miguel Álvarez del Toro denuncia la destrucción de ecosistemas”.
En la revista Ámbar de noviembre de 1989, Fredy publico dos buenos textos.
El primero: “Burlando a la migra en el tren carguero: los ilegales Centroamericanos”.
El segundo: “Habla el hombre fuerte de Guatemala, el general Gramajo”.
En la revista Ámbar de febrero de 1990 hace la siguiente entrega:
“Se busca firmar concordato con el Vaticano”.
Fue un periodista con suerte (periodista que no tiene suerte no es periodista). Sobrevivió a celadas, pleitos físicos, atentados, a políticos y se salvó de la muerte cuando se derrumbó el Hotel Regis en 1985.
La suerte no lo acompañó el jueves 28 de octubre por la tarde noche. Un solitario sicario le disparo a quemarropa al momento que ingresaba a su casa. Venía de festejar a su madre, nada pudo hacer.
Fue un buen amigo, vivimos a plenitud nuestra amistad en los años ochentas y noventas. Teníamos diferencia, siempre se superaron. Nuestra amistad y hermandad lo sellamos en La Habana a donde llego a visitarme y pasamos momentos de sol, mar y ron cubano,
Siempre estarás presente vos Fredy, se te extrañara amigo.
Multimedios Ámbar
Al pie del Cañón
RunRún
Redacción: Juan Balboa
Edición: Juan Balboa.
29 de octubre de 2021.