Camilo desapareció hace 52 años; fue un gran guerrillero junto a Fidel y el “Che” Guevara
Imagino a doña Emilia respondiéndole a una de sus amigas: “¿El niño?, el niño está acabando.
Muchacha, en estos días se me escondió en el escaparate durante horas y yo vuelta loca. Te digo yo que ese no es fácil, saca las arañas de sus cuevas, caza mariposas, ataca gigantes imaginarios con su escopeta de palo. Juega pelota, nada, monta bicicleta, espera el ciclón con la puerta semiabierta…”
Pero tanto Emilia como Ramón saben de los buenos sentimientos del menor de sus hijos; capaz de ahorrar el dinero de la merienda y donarlo a través del Comité de Ayuda que preside su padre, a los niños huérfanos de la Guerra Civil Española; capaz de asumir el castigo que no merece contar de salvar de la culpa a un amigo entrañable. Sobre este último incidente contó su progenitor.
“Me comunicaron que Camilo había mordido a una conserje de kindergarten. Lo llamé. Le expliqué lo que pasaba. Él no dijo ni esta boca es mía. Un mes lo tuve de penitencia. Después supe accidentalmente, que no había sido él sino un compañero al que quería mucho. Pero aguantó el castigo: yo, que sentía lástima cuando hizo dos o tres trastadas, le decía: Te las perdono, a cuenta del castigo que cumpliste sin haberlo merecido”.
Camilo seguirá así de bonachón, a lo que sumará un profundo sentimiento revolucionario, heredado sobre todo de su padre (sindicalista en la Unión de Operarios Sastres y simpatizante con la nueva República de los Soviets); y una “vis” cómica que lo acompañará en las situaciones más insospechadas.
Acerca de sus ocurrencias, cuentan que cuando trabajaba en una tienda habanera como mozo de limpieza, le aseguró a su hermano Humberto que llegaría a ser su primer dependiente. Entonces mandó a hacer unas tarjetas que decían: Sastrería El Arte, Reina No. 61, entre Ángeles y Águila. La Habana, Camilo Cienfuegos Gorriarán. Dependiente.
“Sus amigos preguntaban por ‘el dependiente Camilo’, pero les decían que él era el mozo de limpieza y que no estaba. -¡Ah, si no se encuentra, entonces me voy; no me interesa comprar nada aquí. Y los dueños, al darse cuenta de su popularidad y de que estaban así perdiendo clientes, lo pasaron a ocupar esa plaza y llegó a ser el primer dependiente», reseñó Luis Hernández Serrano.
Camilo trabajando como empleado en los Estados Unidos en el período 1953-1955. Foto: Archivo.
Inicios de la década del cincuenta. La situación económica de Cuba no ofrece perspectivas a la juventud y la opresión política de la dictadura batistiana se hace cada vez más insoportable, por lo que el tercero de los Cienfuegos Gorriarán, de 18 años, marcha a Estados Unidos en 1953.
Es en junio de 1955, cuando regresa a su tierra natal, que a través de su hermano Osmany se acerca a la rebeldía estudiantil que tiene su centro en la Universidad de La Habana. El 7 de diciembre de ese mismo año, en un aniversario de la caída del Titán de Bronce, Camilo derrama por primera vez su sangre por la causa revolucionaria.
“Fuimos al parque Maceo acudiendo a un llamado de la FEU para rendirle tributo a Maceo. Cuando terminó el acto nos dirigíamos a la Universidad, la masa del pueblo con el estudiantado que macha con entereza y heroísmo en la lucha contra el régimen, profiriendo voces contra la bestia de (Fulgencio) Batista. La policía y varios carros atravesados en la calle San Lázaro. En esos momentos fue que me hirieron en la pierna izquierda, fue un balazo de M-1…
Esos momentos son imposibles de olvidar cuando el viejo, en un verdadero arranque de emoción y tensión, cogiendo el jacket manchado de sangre con que me había vendado provisionalmente la herida, dijo: ‘es sangre de mi hijo, pero es sangre para la Revolución’.
La vieja lloraba, continúo contento, después me llevaron a la Clínica del Estudiante; cuando me subían experimenté una de las emociones más grandes de mi vida, cuando más de un centenar de personas que se arremolinaban a la entrada y rompían a aplaudir y a dar gritos de aliento y simpatía.
Sentía ganas de llorar y ponerme a gritar Viva Cuba. Fue cuando más pensé que Cuba, cueste lo que cueste tiene que ser libre”.
Así narraba Camilo en una carta enviada desde el exilio, pero no contó que en el hospital exigía a los médicos que atendieran a los otros heridos primero, que lo de él no tenía importancia. Poco tiempo después, nuevamente se enfrenta a la dictadura en el Aniversario del Natalicio del Apóstol José Martí.
En esa ocasión recibe unos cuantos golpes y hasta una patada en la cara. Terminó en las oficinas del temido BRAC, el Buró Represivo de Actividades Comunistas. Según testimonio de él mismo, allí lo retrataron “con un cartelito que decía Comunista”.
Fichado y perseguido por la policía, emprende el camino del exilio hacia Estados Unidos en marzo de 1956. Dos meses después, en mensaje enviado a un amigo asegura que “Fidel es la esperanza de libertad para el pueblo cubano”.
“Cuando estuve en Miami hice conexiones con un muchacho allegado al MR-26 de julio, he mandado a buscar la dirección de otro, hoy exiliado en México, combatiente del Moncada, muy amigo mío; le escribiré para hacer contacto directo con el movimiento. Mi único deseo, mi única ambición es ir a Cuba y estar en las primeras líneas cuando se combata, por el rescate de la libertad y la hombría.
Fidel afirmó que este año seremos libres o él morirá. Yo desde hace mucho estoy con él, me lo había jurado y lo cumpliré. El miércoles 19 de este mes (septiembre), me voy para México”.
No ostenta una hoja de vida como para ser aceptado de inmediato entre los expedicionarios del Granma, ni ha sido enviado por el Movimiento 26 de Julio, como la mayoría de los otros expedicionarios, pero gracias a las recomendaciones e insistencia de su amigo Reinaldo Benítez, Fidel lo incluye en la tripulación del yate que zarpará rumbo a Cuba el 25 de noviembre.
Sería en la Sierra Maestra y en la llanura del Cauto que aquel muchacho, demostraría con creces sus virtudes revolucionarias; tanto así que bastaron poco más de dos años para ganarse el sobrenombre del Señor de la Vanguardia. En marzo de 1957, pasa de soldado a teniente y jefe de vanguardia de la más importante columna rebelde, la de Fidel Castro.
Y siete meses después es ascendido a capitán de la tropa de quien sería su principal maestro guerrillero: el “Che” Guevara aseguró que al principio Camilo estaba “equivocado”, pero supo rectificar.
“Chocábamos por cuestiones de disciplina, por problemas de concepción de una serie de actitudes dentro de la guerrilla. Camilo en aquella época estaba equivocado. Era un guerrillero muy indisciplinado, muy temperamental; pero se dio cuenta rápidamente y rectificó aquello”.
En aquellos momentos era necesaria la presencia de los hombres que no tuvieran la más mínima ambición personal, la más mínima desconfianza, que fueran hombres enteramente puros y dedicados a la tarea revolucionaria exclusivamente, para poder realizar lo que casi podría llamarse el milagro de la unidad. Y a esa clase de hombres pertenecía Camilo. ¡Y los hay pocos!
Todos nosotros, la mayoría, por lo menos, tenemos muchos pecadillos que contar de aquellas épocas, muchas suspicacias, desconfianzas a veces hasta malas artes empleadas con un fin que considerábamos muy justo, pero con métodos que a veces –muchas veces– eran incorrectos. Y nunca se puede decir que Camilo haya recurrido a ellos”.
El 16 de febrero de 1958, en el segundo combate de Pino del Agua, una vez más Camilo derrama su sangre por la causa que defendía.
“Fidel me ordenó que me quedara con él y que dejara a Camilo la responsabilidad del ataque por uno de los flancos. Camilo debía atacar y tomar un extremo del campamento y después sitiarlos, pero llegó el huracán y él y sus soldados tomaron la posta y siguieron avanzando.
“Fueron conquistando casa por casa, hasta que al final se organizó la resistencia del enemigo y una lluvia de plomo empezó a mermar nuestras filas”.
El ametralladorista iba avanzando con la tropa, pero en un momento dado se encontró en medio del huracán de fuego y con sus sirvientes muertos, dejando la ametralladora. Camilo se precipitó sobre la ametralladora para defenderla y salvarla, dos balas le dieron, una le atravesó el muslo izquierdo y la otra le perforó el abdomen.
Cuando sus hombres tratan de sacarlo del escenario de la lucha, Camilo ordena que lleven primero a otro combatiente herido, les grita: “O lo cargan ustedes o lo cargo yo”, relataba el Che.
Por orden de Fidel, en marzo de 1958 Camilo baja a los llanos del Cauto y allí desarrolla cuantiosas acciones, entre las que resonó el ataque a Bayamo. Acerca de esta última acción, el de sombrero alón informó a Fidel: “Tengo planeado hacer una entrada a Bayamo en los próximos días, me parece un buen golpe y el momento más apropiado, ahora que tratan una vez más de engañar al pueblo diciendo que estamos a punto de ser aniquilados.
Una acción de este tipo, comando, 30 hombres bien armados, al mismo centro de operaciones militares de la provincia, demostraría nuestra potencia militar en aumento y la altísima moral de lucha nuestra”.
Tan solo un día después, el 16 de abril de 1958, el líder de los barbudos rebeldes dictaba la orden militar ascendiéndolo a Comandante y “jefe militar del triángulo, cuyo vértice son las ciudades de Bayamo, Manzanillo y Victoria de Las Tunas.
Queda también bajo su mando el área urbana de las ciudades de Bayamo, Victoria de las Tunas y Holguín, debiendo coordinar los abastecimientos y las acciones de sabotaje dentro de los pueblos. Queda, asimismo, bajo su responsabilidad la organización de la Reforma Agraria y la modificación del régimen de la Justicia”.
Al conocer la noticia de su ascenso, Camilo responde al líder de la Revolución en carta fechada el 24 de abril. Es en esta misiva en la que Cienfuegos le escribe a Fidel: “más fácil me será dejar de respirar que dejar de ser fiel a su confianza”.
Diez días después, Camilo recibe otro reconocimiento del Comandante en Jefe. Esta vez guardaba relación con una misión que se disputaban él y el Che, en broma y hasta en versos.
Te alcanzo pronto, prepara tabacos, besitos a todos: “Che”.
Se trataba de la misión de llevar la guerra revolucionaria más allá de la provincia oriental. Le escribió Fidel: “Siempre estamos recordándote por aquí y sabemos que tú sabes mucho para tener tropiezos. Estamos preparándonos para resistir la ofensiva que van a lanzar contra nosotros las próximas semanas. Tu principal función consistirá en hostigar al enemigo por la retaguardia cuando inicien el ataque contra nosotros. Parece que van concentrar una gran cantidad de efectivos. Pero van a tener un problema contigo a la espalda. No te preocupes por no poder satisfacer por ahora tus deseos de visitar Camagüey, queda mucho terreno todavía por delante. Nosotros vamos hacia La Habana. ¿Te gustaría ser el primero en llegar a Pinar del Río?”.
Tras las hazañas en los llanos del Cauto y sus alrededores, el 18 de junio de 1958 regresa a la Sierra con sus combatientes para reforzar a las tropas rebeldes en el enfrentamiento a la ofensiva batistiana. Camilo y sus hombres son determinantes para lograr la victoria y hacen la parte que les toca. Casi tres meses después de iniciada la embestida del tirano, ahora son los barbudos rebeldes quienes inician su contraofensiva.
Cienfuegos recibe de manos del propio Fidel la orden de conducir una columna, la número 2 “Antonio Maceo” desde la Sierra hasta la provincia de Pinar del Río, con el objetivo de extender la gesta libertadora al occidente del país.
Días y días de largas caminatas, hombres heridos, hambre, cansancio y hasta un pequeño ciclón azotó la zona y les impidió aquel 1 de septiembre, continuar con el ritmo del viaje, a él y a su compañero de invasión a occidente, el Che. Pasadas las lluvias y vientos, continúan la marcha, la columna Ciro Redondo con rumbo norte y la Antonio Maceo con destino al sur de Las Villas.
Nuevas acciones y desafíos para Camilo y su gente: la toma del batey La Jacinta perteneciente al central Baraguá. Camagüey que los despide como mismo los recibió: con un ciclón. Nuevamente a cruzar ríos cruzados. Durante los treinta y un días que duró la marcha por esa provincia solo comieron 11 veces. Numerosas fuerzas enemigas que tratan de exterminarlos… Sin embargo, logran llegar a Las Villas con solo tres bajas.
Fidel conoce de las circunstancias en que está sucediendo la invasión y de la valentía de los combatientes de ambas columnas y escribe a Camilo diciendo:
“Querido Camilo: Es indescriptible la emoción con que acabo de leer tu informe de fecha 9 (de octubre). No hay palabra con que expresar la alegría, el orgullo y la admiración que he sentido por ustedes. Con lo que ya han hecho ya bastaría para ganarse un lugar en la Historia de Cuba y de las grandes proezas militares”.
Mas las hazañas de este hombre y sus combatientes continuarían. Dicta la orden de detener la farsa electoral del día 3 de noviembre, desarrolla un fuerte trabajo por la unidad de las fuerzas guerrilleras de la zona, toma el cuartel de Venegas, el de Zulueta, coordina la celebración de una Plenaria de Obreros de siete centrales azucareros de la zona, toma nuevamente a Zulueta, logra el control de Mayajigua, Iguará y de forma heroica, Yaguajay, luego de diez días.
El 31 de diciembre a las cinco de la tarde, el capitán Abón Li se rinde y los de Camilo ocupan todas las armas y hacen 250 prisioneros.
En la madrugada del 1 de enero Batista huye del país, y Fidel desde la Sierra llama al pueblo a la huelga general y a Camilo a ocupar Columbia, la más importante fortaleza militar de la dictadura.
El 2 de enero ya la orden es un hecho. Al día siguiente toma posesión del cargo de Jefe de las Fuerzas de Aire, Mar y Tierra de la provincia de La Habana y el 3, a través de Bohemia, envía un mensaje al pueblo: “(…) nuestra promesa que nos mantendremos firmes, rodilla en tierra, porque esta libertad que tantos sacrificios y vidas costó no se pierda”.
El día 8 Fidel entra a La Habana, luego de su triunfal recorrido desde el Oriente. Camilo se le une en El Cotorro. Desde el Campamento de Columbia, principal bastión de la tiranía vencida, Fidel pronuncia un trascendental discurso. En un momento cúspide del mismo, se vuelve a Camilo, que estaba a su lado en la tribuna, y pregunta: ¿Voy bien, Camilo? Y el pueblo lo aclama.
Días después, Camilo es designado Jefe del estado Mayor del Ejército. Esa misma jornada firma la sentencia de muerte del asesino batistiano Sosa Blanco. Luego disuelve el famosos BRAC, mandarria en mano derriba parte de los muros del otrora Campamento de Columbia, muestra solidaridad con las causas revolucionarias que suceden en América Latina y sobre todo, entrega y respeto por la Revolución cubana.
Pero el tercero de los Cienfuegos Gorriarán no cambia, sigue siendo el mismo muchacho bondadoso, intrépido y jaranero.
Cuentan que al hablar en la Plaza de Bayamo el 19 de junio dijo algo que caló hondo, sobre todo, en el campesinado y los más pobres.
“Cuando bajamos al llano y llegamos a la zona de Cauto del Paso y otros lugares, los campesinos nos abrieron de par en par las puertas de sus bohíos…; hoy, después de haber triunfado la Revolución, hemos venido a visitar esos mismos bohíos, a estrechar esas manos, a compartir sus mesas ya decirles que aquí está la Revolución que es de ellos, que viene a redimirlos”.
Es Comandante, Jefe del Estado Mayor del Ejército y todo, pero continúa con ese hablar sencillo y desenfadado. En el acto de estreno del documental “Esta Tierra Nuestra”, pronuncia unas palabras sobre la necesidad de la Reforma Agraria y, haciendo alusión al ofrecimiento de los latifundistas ganaderos suelta un… “Sin novilla o con novilla les partimos la siquitrilla”.
Con ese carácter espléndido, siempre bondadoso, intrépido y jaranero, Camilo va encantando a todos. Pero un día se acordó que era bueno en hacer travesuras e hizo algo que ni su madre, doña Emilia, ni su padre, ni su novia, ni el pueblo de Cuba pudo perdonarle; aquel 28 de octubre, -días después de acabar con la sedición de Hubert Matos-, despegó en su Cessna, de Camagüey hacia La Habana, y el muy travieso no informó del vuelo y ruta a seguir; y desapareció sin dejar rastro.
Las citas utilizadas en este material fueron tomadas del libro «Camilo Cienfuegos, cronología de un héroe».
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Fuente: Yurina Piñeiro Jiménez.
Edición: Juan Balboa.
27 de octubre 2021.
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