La intimidad del poeta Jaime Sabines en su cumpleaños
Juan Balboa
Fotografías: a Eliane Cassorla
El poeta Jaime Sabines era un hombre sumamente cuidadoso con su intimidad; la cuidaba como cuidaba siempre la armonía en su familia.
Como periodista logré conocerlo y convivir en tres etapas. La primera junto a su hermano Juan cuando el volcán Chichonal hizo erupción y sus cenizas cubrieron a pueblos enteros. En otras dos ocasiones participé en reuniones con amigos comunes en donde se hablaba de todo y se platicaba con gran conocimiento de cada tema.
Pero fue hasta el verano de 1987 cuando sostuve la conversación más larga con el poeta en el rancho de Yuria. Fue gracias a que la fotógrafa francesa Eliane Cassorla pidió a don Jaime aceptara una sesión fotográfica en Yuria, localizado a pocos kilómetros del Parque Nacional Lagos de Montebello.
Cassorla tenía un gran interés en registrar fotográficamente al poeta en el rancho cuyo nombre era conocido más allá de las fronteras de México. Le había planteado a Sabines una larga jornada fotográfica teniendo como escenario los diferentes rincones de Yuria.
El poeta no vaciló y aceptó con gusto la propuesta de la fotógrafa. La respuesta positiva de don Jaime extrañó a muchas personas, incluido algunos familiares, que lo conocían con gran certeza y sabían de sus cotidianas huídas y rechazos a las sesiones fotográficas.
Pocos sabían que al poeta y la fotógrafa tenían una relación de amistad cuasi de padre a hija. Cassorla cubrió como reportera gráfica todo el gobierno de don Juan Sabines Gutiérrez con quien también sostuvo una relación muy cercana. Eliane Cassorla mantuvo una cercanía con los hermanos Sabines.
Muchos de la familia se sorprendían de que el poeta Sabines aceptará una sesión fotográfica en momentos que su dolor era intenso por la Muerte del mayor de los Sabines y Yuria se había convertido en su refugio de un aislamiento voluntario para reflexionar y digerir la pérdida de su hermano mayor Juan Sabines Gutiérrez (fallecido el 2 de marzo de 1987).
La poesía, el ajedrez y Yuria
El poeta tenía varios días viviendo su soledad y jugando con su ajedrez portátil. El poeta era un apasionado del ajedrez.
“Pero el ajedrez es enorme, profundamente bello. Ha sido definido como un deporte, como una ciencia y como arte. A mí me atrae el arte que hay en el ajedrez: la sorpresa artística, la belleza interna del juego, las múltiples posiciones bellas que se suceden en una partida”, solía explicar.
Se le veía cansado. Tenía un rostro que delataban noches de insomnio.
Eran los últimos días de septiembre de 1987. Cassorla, la fotógrafa, estaba feliz porque estaba logrando uno de sus sueños: plasmar el habitad del poeta Jaime Sabines en todos los rincones de Yuria.
Eliane tomó su cámara y se la colgó en el cuello. Cuando don Jaime vio que Cassorla se preparaba para iniciar la sesión de inmediato le susurro:
-Acepte que hagas la sesión fotográfica. Sólo te pido que no se refleje mi situación física.
Cassorla respondió: “¡Desde luego que no!”, y de inmediato empezó a disparar.
En ese momento don Jaime empezó hablar conmigo. Fueron tantos los temas, las anécdotas y los recuerdos que me sentí abrumado de todo lo que me platicaba.
Inició hablando de los poetas que lo influyeron en su poesía: el alemán Goethe (Johann Wolfgang Von), el indio (Rabindranath) Tagore y el persa (Omar) Al-Khayyam.
Gozaba platicándome su anécdota con Pablo Neruda, a quien admiraba pero no le fue muy bien en su primera plática. Y su encuentro en La Habana con otro poeta chileno Nicanor Parra.
Así recordaba su encuentro con el poeta Nicanor Parra:
“Con Nicanor construimos una bonita amistad. Platicamos y coincidíamos en que a pesar del gobierno represivo de (Augusto) Pinochet continúa en su país dando clases de matemáticas.
“Un día que nos dirigíamos a nuestros cuartos de un céntrico hotel de La Habana, Nicanor me confesó:
-No me lo tomes a mal Jaime pero no te conozco. Nunca he leído una sola línea de tú poesía. Porque no me regalas un libro.
De inmediato, recuerda Sabines, saque uno de los seis libros que había llevado y se lo entregué con gusto. Con la misma sinceridad le conteste:
-Yo tampoco te conozco Nicanor, me gustaría leer algo tuyo
El poeta chileno le entregó tres pequeños libros. Se despidieron en el elevador y se dirigieron a sus habitaciones. Adentro de ella Sabines empezó a leer, en forma cronológica, los libros.
Desde las primeras páginas se clavo. Lo leyó detenidamente y al pasar la última página suspiro: ¡“Que buen poeta es este Nicanor”!
Entusiasmado tomó rápido el tercer libo. Se lo bebió embelesado. Apenas terminó dio un salto en la cama. ¡“Chingón, que poeta es éste hombre, es un grande”! Salió de su cuarto en dirección a la de Nicanor Parra. “Tengo que felicitar a este gran poeta”, decía.
Apenas había pasado unos cuantos cuartos cuando divisó la diminuta figura de Nicanor.
Se encontraron los dos a mitad del pasillo. Se abrazaron, Sabines le dijo: “Deja abrazarte, quería abrazar a este gran poeta”. Palabras parecidas había dicho también Nicanor de Sabines.
Estuvieron abrazados un rato, se rieron y a partir de allí se formó una gran amistad.
Sabines viajó a tres países que lo marcaron: Cuba, Bulgaria y China. De los tres, admiró más a China. “Es un país alegre que trabaja a un ritmo acelerado. Antes los chinos eran servidumbre de los reyes, ahora son la servidumbre de ellos mismos, el pueblo”.
El poeta ya veía venir el poder de la China comunista.
“Nadie se ha fijado en los chinos. Son fenomenales. El Japón le va a romper la madre a Estados Unidos, en cuanto a tecnologías se refiere. Pero China se está convirtiendo en el espíritu del mundo. La China es la opción, será el país que dominará al mundo”.
En la capital cubana también conoció al que llamo el poeta de la mariguana, Allen Ginsberg (EU), a quien el gobierno cubano le pidió que abandonara el país porque andaba repartiendo la hierba.
Cuba y Fidel Castro fueron dos de los temas que más platico con emoción. En 1965, don Jaime había sido jurado del Premio de la Casa de las Américas de la Habana junto con J. M. Cohen (Gran Bretaña), Allen Ginsberg (EU), José Lezama Lima (Cuba) y Nicanor Parra.
Cassorla seguía disparando y el poeta recordando.
Me aseguró que en su vida ha conocido a dos grandes líderes en diferentes campos. El primero es Fidel Castro Ruz.
“A Fidel lo conocí en la Habana. Para mi es el gran líder de América Latina que ha dado el siglo XX. Es un hombre increíble, un auténtico líder lleno de sabiduría y carisma. Me era grato escucharlo en mi pequeño radio que tengo en Yuria. Me gusta oír su voz y sus arengas. Ese hombre para mi es el líder de este siglo”.
Cuando habla del segundo hombre que considera un líder, las lágrimas empezaron a brotar, su voz se quebró:
“Para mí un líder natural fue Juan, mi hermano, el fue de verdad un líder de Chiapas”.
Algunas fotografías realizadas éste día le han dado la vuelta al mundo y forman parte de una exposición mítica conocida como A Dios a Yuria.
Pero seis meses antes de las sesiones de fotografía en Yuria, Cassorla había registrado de forma contundente la presencia del poeta en el entierro de su hermano mayor en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.
Cassorla se levantó muy temprano ése 28 de marzo de 1987. Sabía y quería estar al levantar el sol para registrar cada momento, todos los espacios, a la multitud despidiendo al mayor de los Sabines, y la presencia del poeta Jaime Sabines en el entierro del hermano a quien había sido como un segundo padre o hermano gemelo.
Eliane Cassorla siguió al poeta en el aeropuerto, en las calles, en la iglesia de San Marcos y en el panteón de la capital chiapaneca. Algunas de esas fotos forman parte de esta exposición titulada, por la propia fotógrafa, como La muerte del mayor de los Sabines.
Día: 28 de septiembre.12:35 horas.
El poeta suda y llora, llora y suda con insistencia, como si acaso quisiera inundar la iglesia de San Marcos de Tuxtla Gutiérrez.
El poeta es el que despierta la admiración por el parecido con su hermano Juan (el mayor de tres hijos de hijo del Mayor Julio Sabines, oficial del ejército carrancista en la Revolución mexicana y de Luz Gutiérrez, descendiente del prócer chiapaneco Joaquín Miguel Gutiérrez), y llama la atención de las miles de personas que inundan el centro religioso.
Suda torrentes de agua y abraza a mujeres ancianas, maduras y jóvenes que le dan el pésame. Mujeres de rebozo negro lo envuelven y lloran con él.
El poeta Jaime Sabines vive la muerte de su hermano mayor con intensidad, como vivió la de su padre, El Mayor Sabines, en aquel día gris:
Tú eres el tronco invulnerable y nosotros las ramas,
por eso es que este hachazo nos sacude.
Nunca frente a tu muerte nos paramos
a pensar en la muerte,
ni te hemos visto nunca sino como la fuerza y la alegría.
No lo sabemos bien, pero de pronto llega
un incesante aviso,
una escapada espada de la boca de Dios
que cae y cae y cae lentamente.
Don Jaime seguía bañado en sudor y lágrimas. Sus poros eran manantiales y sus ojos mares. El cuerpo le temblaba por su impotencia con la muerte a quién él desafió tantas veces.
¡A la chingada la muerte! dije.
Sombra de mi sueño, perversidad de los ángeles,
y me entregué a morir como una piedra en el río,
como un disparo a vuelo de los pájaros.
La muerte, recuerda el escritor Eduardo Lizalde, anda en sus versos con frecuencia obsesiva, porque es enemigo íntimo tanto de Dios como del diablo, y porque ama la vida, el placer del amor, el de la carne y el vino, el del cigarro, que sólo a los mortales nos destruye:
Se me ha trepado en la nunca un cabrón diablo
y no me deja quieto.
Ulcerado, podrido, hay que vivir
a rastras, a gatas, como puedo.
Lo dice él mismo: “Salen los poemas del útero del alma” (porque el alma es mujer, es femenina como el mundo en otras lenguas, ejemplo: la germana).
En marzo de 1999, la periodista Graciela Atensio le pregunto:
¿Le tiene miedo a la muerte?
¬“No, no le tengo miedo a la muerte, le tengo miedo a la enfermedad. Me espanta la enfermedad, lo que he pasado con mi cadera y todo lo que me trajo después… Poco a poco voy saliendo pero he dejado de escribir. Después de 35 intervenciones quirúrgicas no quiero saber nada de enfermedades ni de hospitales. Pero si tengo que pedir una ilusión, esa sería no morirme, quedarme tranquilo como estoy ahorita, platicando sobre poesía o sobre cualquier cosa o mirando cómo atraviesa el rayo de sol por la ventana.”
No dejaban de abrazarlo. Mujeres, hombres, niños se lo cercaban para abrazarlo en la Catedral de San Marcos de Tuxtla Gutiérrez, la capital de Chiapas. Todos querían darle el pésame por la muerte de su hermano Juan.
Sus ojos azules cambiaban de color.
Tiembla, tiembla mucho el poeta.
Su mirada inmóvil se posaba como arrullando la pequeña caja de cobre color oro, fija, inmóvil; adentro reposaba en cenizas su hermano Juan, el mayor de los Sabines.
Cuando se le pregunta por el poema a su hermano Juan, responde: “No puedo, no puedo escribir. Me siento pensando escribirle a Juan y termino en llanto.”