Rosario Murillo, el poder verdadero en Nicaragua; la sombra negra del poder en Nicaragua
La escena se transmitió el lunes 25 de octubre pasado a través de televisión estatal de Nicaragua, durante una ceremonia de entrega de autobuses rusos, uno de los pocos actos de campaña antes de las elecciones de hoy 7 de noviembre.
El presidente Daniel Ortega está sentado en el centro de una larga mesa y en un momento le empieza a hablar al embajador ruso en Managua, Alexander Khokhólikov, uno de los pocos aliados internacionales que le quedan al régimen sandinista.
“Aquí en Nicaragua tenemos dos presidentes porque respetamos el principio de 50-50, o sea aquí tenemos una copresidencia con la compañera Rosario”, dice Ortega, mientras señala a su esposa y actual vicepresidenta, sentada a su derecha.
Rosario Murillo asiente con la cabeza, a modo de agradecimiento, y de inmediato vuelve a concentrarse en los papeles que está firmando.
En la puesta en escena televisada toda la gestualidad de Murillo es presidencial: una secretaria está parada a su lado con una carpeta en la mano y ella firma documentos, uno tras otro y sin leerlos, como hacen los mandatarios.
“Todos los días se está comunicando con nuestro pueblo, dando a conocer todo lo que se está haciendo en beneficio de las familias nicaragüenses, sin hacer diferencias políticas, sin hacer diferencias ideológicas allí van las obras multiplicándose todos los días en nuestro país”, continúa Ortega, siempre hablando de la Primera Dama, una definición de la que Murillo siempre renegó.
Más allá de que el nombramiento como “copresidenta” carece de validez constitucional, refleja al menos dos factores de la realidad política nicaragüense: el intacto manejo discrecional del poder de la dupla presidencial y la creciente influencia de “La Chayo”, la excéntrica vicepresidenta que buscará un nuevo mandato hoy domingo 7 de noviembre.
El lazo familiar con Sandino y sus orígenes en política
Rosario Murillo nació en Managua, la capital del país, el 22 de junio de 1951. Es hija de Zoilamérica Zambrana Sandino, una de las sobrinas del general Augusto César Sandino (1895-1934).
Sus orígenes familiares no son humildes: su padre era un exitoso ganadero y algodonero, dueño de tierras y emprendimientos empresariales.
Rosario realizó estudios superiores en Gran Bretaña y Suiza, donde obtuvo certificados de inglés y francés. A su regreso a Nicaragua, fue profesora de idiomas y durante la década del setenta trabajó en el diario La Prensa, a cargo del director Pedro Joaquín Chamorro.
Rosario Murillo tuvo diez hijos, de tres parejas. La primera hija, Zoilamérica Narváez Murillo, nació en 1967, fruto de su relación con Jorge Narváez Parajón. Su tercer hijo, Anuar Joaquín Hassan Murillo, nació en 1971, pero murió un año después en el terrible terremoto de Nicaragua de 1972, que dejó un saldo de 20.000 muertos.
“La Chayo” ha contado que su vocación por la poesía, que desarrolló con éxito al frente del denominado “Grupo Gradas”, está estrechamente ligada a esa pérdida.
A Daniel Ortega lo conoció en Costa Rica en 1978, cuando ya ambos habían iniciado una carrera militante en el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), opositor al régimen de Anastasio Somoza.
Una vez que el sandinismo llega al poder, en julio de 1979, Ortega se consolida como uno de los referentes de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional e inicia una serie de giras internacionales para buscar apoyos a la revolución, ya con Murillo a su lado.
Las tareas oficiales de Murillo siempre estuvieron vinculadas al campo cultural. En la primera mitad de la década del ochenta, fundó la Asociación Sandinista de Trabajadores de la Cultura (ASTC) y coordinó el Consejo de Dirección de Ventana, el suplemento cultural de Barricada, el diario oficial del FSLN.
Al final de la primera presidencia de Ortega (1985-1990), fue nombrada directora del Instituto de Cultura, lo que generó ya por aquellos años sus primeras polémicas con algunos referentes culturales del sandinismo.
“Ella siempre había querido ser ministro de Cultura, pero siendo su marido presidente era bastante feo. Logró que dejara de haber Ministerio de Cultura y en vez de él hubiera un Instituto de Cultura, y eso ya lo pudo dirigir.
Yo estaba en el Japón en una visita oficial cuando me llamaron por teléfono desde mi oficina para decirme que la Casa de Gobierno había notificado que ya no había más Ministerio; así que yo ya no era ministro”, escribió en sus memorias el poeta y exministro Ernesto Cardenal (1925-2020). El libro de Cardenal que incluye esta cita se llama “La revolución perdida” y se publicó en 2005.
Cardenal relata allí la influencia que Murillo empezó a tener ya por aquellos años en las acciones de gobierno de Ortega, que incluyeron enfrentamientos con el propio poeta y también con otros cuadros importantes del sandinismo, como Tomás Borge y Sergio Ramírez.
Cuando Ortega se presenta a la reelección en 1990, dirigentes del FSLN propusieron que Murillo tuviera un perfil bajo en la campaña electoral. Consideraban que la mezcla de “onda hippie” y afición por la santería podría alejar a los votantes.
Murilllo aceptó la sugerencia y pasó unos meses en México, pero Ortega perdió igualmente la elección ante Violeta Barrios de Chamorro, que gobernó el país entre 1990 y 1997.
El escándalo de Zoilamérica
«Soy conflictiva, malcriada, jodida en muchísimos aspectos. Pero soy leal», declaró Rosario Murillo, unos meses después de la derrota de su marido. El sandinismo estuvo en la oposición entre 1990 y 2007, una etapa en la que Ortega se consolidó como principal referente de la oposición.
En 1998, durante el gobierno de Arnoldo Alemán, la hija mayor de Rosario Murillo, Zoilamérica Narváez, denunció por primera vez a su padrastro «por haberla violado cuando era niña». Una vez desatado este escándalo, Murillo se mantuvo siempre firme al lado de su pareja.
“Me ha avergonzado terriblemente que a una persona con un currículo intachable se le pretendiera destruir; y que fuese mi propia hija la que por esa obsesión y ese enamoramiento enfermizo con el poder quisiera destruirla cuando no vio satisfecha su ambición”, declaró Murillo en ese entonces.
El documental “Exiliada”, de Leonor Zúñiga, recupera una grabación de aquellos años en la que Ortega declara: “Mi esposa quiere pediros perdón por haber tenido una hija que ha traicionado a nuestro pueblo y a los principios del sandinismo”.
A su lado está Murillo, llorando. La película muestra también un testimonio de Zoilamérica, recordando aquel día: “Me sentí literalmente abortada. La historia deberá reconocer la estrategia, la capacidad de maldad y crueldad de mi propia madre”.
La denuncia de Zoilamérica no prosperó a nivel judicial. Una jueza consideró que el delito estaba prescrito y además Ortega gozaba de inmunidad como expresidente. Zoilamérica se tuvo que exiliar en Costa Rica y todavía vive allí, como asesora de colectivos LGTBI.
La nueva etapa en el poder
Rosario Murillo jugó un papel clave en el proceso de retorno de Ortega al poder, con el ciclo presidencial que se inició en 2007 y que sigue hasta la actualidad.
Fue su jefa de campaña en esas elecciones y su primer cargo formal fue el de coordinadora del Consejo de Comunicación y Ciudadanía del Poder Ciudadano, que varios analistas han calificado como una “estructura paralela de poder”.
Se puso al frente de un espacio radial diario para informar sobre las actividades del gobierno y apostó a darle un giro a la imagen de la comunicación presidencial, que incluyó rediseños de los logos oficiales y hasta opiniones sobre los colores de las flores que se utilizan en los actos públicos.
A partir de una mezcla de estética kitsch, filosofía “new age” y retórica cristiana, Murrillo impuso algunas decisiones controversiales, como la de colocar en la principal avenida de Managua una serie de «árboles de la vida» para la buena energía (en las protestas de 2018 varias de esas estructuras metálicas serían derribadas por los manifestantes).
«La Rosario ha entrado en un campo complejo, un tanto esotérico, entonces en los escritos no se logra distinguir cuándo hace un documento de Estado y cuándo está sacando sus propios sueños o su propia forma de ver la vida», intentó explicar por aquellos años la fallecida poeta Vida Luz Meneses, entrevistada por la televisión nicaragüense.
Desde 1998, Murillo preside la Fundación para la Promoción del Amor (FUNDAMOR), que tiene como objetivo «contribuir al autoconocimiento humano, el desarrollo de la autoestima individual y colectiva, el respeto, amor y armonía en las relaciones con la naturaleza y el universo; la salud física, mental y espiritual de los seres; el crecimiento y la evolución cultural y espiritual de las personas y de la sociedad en general”.
La llegada a la vicepresidencia
“Nos faltaba para ser consecuente con el compromiso, para seguir con el buen gobierno del país, para trabajar por la paz y desarrollo del país, teníamos que nombrar a una mujer en la fórmula presidencial y no podíamos dudar en que tenía que ser una mujer”, declaró Ortega en agosto de 2016, en un acto de lanzamiento tres meses antes de las elecciones nacionales.
″¿Y quién mejor que ‘la compañera’ para hacerlo? Ella que ha realizado ya una labor, que ha sido puesta a prueba y lo ha hecho con mucha eficiencia, efectividad, responsabilidad, con mucho sacrificio, sin horario, y eso lo saben ustedes muchachos, todos lo saben”, continuó diciendo Ortega, en medio de aplausos de jóvenes militantes del FSLN.
La fórmula presidencial ganó las elecciones con más del 70% de los votos y Murrillo asumió su cargo como vicepresidenta el 10 de enero de 2017.
En las protestas masivas de 2018, Murillo asumió un rol protagónico, incluso mayor que el de Ortega. Responsabilizó a los manifestantes por sus «crímenes de odio» y calificó a los estudiantes universitarios como “vampiros que reclaman sangre”.
Las protestas terminaron con un saldo de casi 300 muertos, miles de heridos y decenas de dirigentes opositores en prisión.
Tras la crisis de 2018, se acentuó además la disputa de Murillo con las organizaciones feministas, con las que está enfrentada desde los años de las denuncias de Zoilamérica. Decenas de feministas de Nicaragua están en prisión o exiliadas, y las principales organizaciones han perdido su personería jurídica.
En setiembre de 2020, Murillo decidió cerrar las Comisarías de la Mujer porque “por ahí andaban las disfrazadas promoviendo el aborto”, en referencia a las feministas. Las acusó por tener “clínicas y negocios especiales para acabar con la vida de un niño o niña no nacido”, en nombre de “una cultura desarrollada”.
“Pretenden ser los grandes demócratas, pero son asaltantes, ladrones, criminales, terroristas, malignos, son serpientes. Pero bueno ya los conocemos, y sabemos decir machalá ante las serpientes”, declaró Murillo. “Machalá” es una expresión que utilizan las personas supersticiosas cuando alguien quiere ahuyentar la mala suerte y los espíritus malignos.
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Fuente: Diversas Fuentes.
Edición: Juan Balboa.
10 de octubre 2021.
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