The Associated Press, La Habana, Cuba.- Cada mañana Odalys sale de su casa, llega a su trabajo y comienza a leer. Una larga fila de torcedores sentados en sillas de madera y rodeados del perfume de las hojas secas de tabaco la escuchan con atención mientras preparan los cigarros cubanos que deleitarán a aficionados de todo el mundo.
Odalys de la Caridad Lara Reyes cumplió 55 años y por nada del mundo cambiaría su singular oficio de lectora de tabaquería, una tradición cubana iniciada en el siglo XIX y que se ha convertido en Patrimonio Cultural de la Nación.
“Si vuelvo a nacer quisiera ser lectora (de tabaquería) porque a través de este oficio he aprendido en todos los ámbitos”, dijo a The Associated Press Odalys, una mujer de baja estatura, pelo lacio entrecano, voz profunda y dicción perfecta que cada día se instala en una tarima frente sus compañeros, los torcedores. “Me siento muy orgullosa”.
Marcas como San Cristóbal de La Habana, Montecristo, La Gloria y Cuaba salen de la fábrica La Corona -que tiene unos 300 torcedores y unos 700 trabajadores de apoyo- a quienes Odalys les lee el periódico, el estado del tiempo y novelas, les recuerda el cumpleaños de alguno y hasta informa el menú que se servirá ese día en el comedor obrero.
Títulos como “El coronel no tiene quien le escriba”, de Gabriel García Márquez; “El hombre que amaba los perros” o “La cola de la serpiente” de Leonardo Padura y el clásico “Los miserables” de Victor Hugo, están entre los favoritos de los torcedores.
Durante una visita de AP por La Corona para ver trabajar a Odalys, la mujer leyó noticias sobre la ozonoterapia aplicada a convalecientes de COVID-19, el recorrido de grupos de solidaridad con Cuba por Estados Unidos, la devolución de emigrantes hacia la isla, los deportes que estarán presentes en los Juegos Olímpicos de Tokio y una nota sobre el presidente brasileño Jair Bolsonaro y la pandemia en ese país, entre otros contenidos.
En la tarima que le sirve de podio, en dirección opuesta a una bandera cubana, hay incluso un televisor que no ha logrado desbancarla.
Ante el rebrote de coronavirus en la isla Odalys suspendió la lectura de una novela pues muchos no están asistiendo a la fábrica.
Las primeras referencias al oficio en la historia de Cuba se encuentran alrededor de 1865, cuando se impuso en la tabaquería El Fígaro y luego pasó también a Partagás, aunque tuvo detractores entre los dueños y capataces que lo veían como una causa de baja productividad.
Dado que surgió como una forma de educar a los obreros, al inicio la elite cubana se resistió porque sospechaba que estaba ligada al proselitismo a favor de la independencia, que llegó en 1898. A lo largo de los años la actividad fue prohibida o sufrió censuras, pero finalmente se impuso.
Al comienzo los torcedores acordaban que uno de ellos leería y el resto produciría más puros para compensarlo, pero luego comenzaron a contratar lectores a quienes les pagaban el salario de sus propios bolsillos.
Aunque ahora las fábricas son estatales y ese puesto forma parte de la plantilla -por lo que Odalys recibe un sueldo como todos los demás-, se sigue consensuando entre los trabajadores mediante un llamado a concurso quién será su lector y se vota qué contenido se leerá.
En 1996 Odalys era una joven madre de dos niños pequeños y se desempeñaba como locutora en una radio cuando se enteró de que se había abierto una convocatoria en La Corona para lector de tabaquería. Se presentó junto a otros dos hombres.
“Estuvimos 20 días leyendo indistintamente… y cuando llegó la votación los trabajadores me eligieron a mí como lectora de la fábrica”, rememoró.
En 2012 el oficio fue declarado Patrimonio Cultural de la Nación y se estima que hay unos 213 lectores en todo el país.
“El lector de tabaquería ocupa un lugar especial dentro del imaginario colectivo cubano. La lectura en las tabaquerías es una tradición única de Cuba”, explicó a AP, María Isabel Alfonso, académica cubana radicada en Estados Unidos y especialista en asuntos culturales de St Joseph’s College de Nueva York. La especialista recordó que en Tampa y Cayo Hueso, en Estados Unidos, torcedores cubanos tuvieron el honor de escuchar al prócer José Martí pronunciar un discurso como si fuera un lector de tabaquería.
“La lectura, por una parte, tuvo como propósito educar e informar a los tabacaleros sobre temas culturales generales. Por otra parte, fue un instrumento de formación política insuperable a través del cual se consolidaron sentimientos nacionalistas e independentistas”, agregó Alfonso, para quien no es un mito que a partir de allí los torcedores se convirtieran en los operarios más cultos.
Como toda tradición, el oficio tiene sus curiosidades.
Cuando los torcedores están satisfechos con la lectura hacen sonar sus chavetas -las cuchillas con las que cortan las hojas del tabaco- sobre las mesas. Si están disconformes, las arrojan al suelo. Algunos lectores son mejores con las noticias y otros con las narraciones, pero los más apreciados son quienes se destacan en ambos géneros.
También dice la tradición que las marcas de cigarros premium Montecristo y Romeo y Julieta deben sus nombres al éxito que tuvieron esas obras literarias entre los tabacaleros.
Odalys recordó algunos momentos difíciles de su trayectoria, como cuando narró a sus compañeros la muerte del expresidente Fidel Castro en 2016. “Seguimos la caravana (con las cenizas de Castro), vivimos esos momentos inolvidables, lloramos por ver la pérdida y no hay palabras para describir lo que uno siente tratando de transmitir a mucha gente a la que también le duele”, señaló la mujer.
Para los torcedores de La Corona la presencia de Odalys es vital para su labor y la buena continuidad de la producción.
“Cuando la lectora no viene uno se siente desnudo porque es una tradición cotidiana, de muchos años”, dijo a AP Alvin Mustelier, un obrero de 60 años, mientras le daba forma a un puro.